Vaya destino fijo el de P. Ya de minúscula, era muy P, con firmes facciones y poses de una P hecha y derecha. Desde que nació, toda una P.
De la cocina a la alcoba, P siempre dijo que no era P; en su infancia luchó por no ser P en la escuela, ni P en la cocina, ni P en la cama. Mas, ¿qué puede cualquier albedrío frente a la naturaleza de ser lo que se es? Ahorra tiempo sumar la voluntad a la propia esencia, se vive más. Por más que la P se resista a su índole, acaba siendo P. Obvio es que hay P puras y P mezcladas, pero esta historia es, precisamente, de las más puras P que se recuerden, sin para ni por ni pero que lo atenúen.
Con la P en la frente, era difícil no ser intensamente P, fue inútil resistirse. P fue la más P entre las mujeres y también para los hombres; abucheos de un lado, aplausos del otro. Ímpetu que solo dan las P. Pasó poco tiempo para asumirse P, pero la bruma se disipó lenta para una P ansiosa. Había entendido que su resistencia a ser P la había hecho las más P de todas las P que cualquier hombre hubiera conocido; la había llevado a ser la más P en la historia de las P para las mujeres que la conocían. Lo comprendió llorando, pero plena y liberada. Lo asumió orgullosa: no cualquiera era una P cabal, como ella.
Apenas disfrutaba su identidad de P radiante, empezaron a molestarle las comillas y los paréntesis. La tildaban con ternura y suavidad, pero le molestaba no ser P sino “P” o (P). Cada vez más amigos y amigas la incomodaban con esos signos de castigo. Dado su fuerte carácter y por ser una P de casta, se alejó en definitiva de quienes requerían disfraces “” o corazas (). Apestaban por falsos.
Cuando todo fue fingido, P huyó. Antes de tener que pagar para ser leída, su instinto de P le dijo que había de retirarse. Caminos y señales, siglos y minutos después, se aisló en un pueblo carretero; ahí fue P de cocina, una P que nunca había sido. De repente P era pobre entre los pobres. Una tarde supo que la elevación y mayor pureza de una P era la penuria. Accedió a narrar su P vida de P y a que esto se escribiera si, y solo si, el título de lo escrito fuera el leído. Pese a que fue P y muy P hasta la muerte, prefirió ser la más pobre entre las P que se recuerdan.