¿Qué será de la mariposa lo que la hace ser la belleza? Me refiero a LA mariposa y a LA belleza, no a una mariposa, no a una belleza. Porque las hay horribles –las nocturnas–, seductoras –las azulitas–, peligrosas –las plagas controladas como la seda–, entre muchas. En fin, las mariposas distan mucho de ser bellas todas –ni para mí ni para ninguna mente humana.
Entonces, ¿qué será de la mariposa lo que la hace ser la belleza? La imagen aparece justo cuando me hago esta pregunta. ¡Sí, la mariposa! Lo que aprecio es la esencia de la mariposa, nada que pueda distinguir con los sentidos, no tiene de qué agarrarse a mí la esencia de la mariposa, pero aquí está. Mientras leo, aletea aunque no la vea, vuela aunque no la sienta cerca de mí, murmura ruidos de mariposa aunque no la oiga, no la percibo con los sentidos sino con la mente.
Leo: mariposa, y lo que acabo de leer es la esencia, la imagen, siete letras que la describen perfectamente como belleza. Como yo, quien haya leído esto estará de acuerdo con lo anterior. Hasta puede ser que quien lo escribió haya visto a la mariposa… ¡Pero no, un momento! Esto lo escribió la mariposa, el sinónimo de belleza. ¿O acaso alguien duda de las alas formadas por letras? ¿Qué no son alas dadas a un gusano las que lo tornan mariposa? ¡Son alas las que le confieren la belleza!
El señor W escribía así el párrafo anterior. Para él the butterfly no era la belleza. Por mucho que W fuera writer en un world de words inmerso en la world wide web, para él la belleza era la mariposa, no the butterfly. Por lo mismo, para él su nombre era señor W, y participaba en muy pocas palabras. Ni siquiera los millones que le daban por encabezar el desfile de Windows le hicieron cambiar de opinión, seguía siendo el señor W. Solo haciendo bizcos ventana empezaba con él, pero no estaba dispuesto a obligar al lector a tamaña ridiculez.
Hoy se festeja el 40° aniversario del señor W –se insiste a la concurrencia en llamar al protagonista Doble uve, dado que es su cumpleaños–. Hoy, estando ustedes y yo de padrinos, el señor W a decidido dejar de serlo y convertirse en… don W. (Aplausos generosos.) Lo acompañan su hija –aún minúscula–, su esposa –totalmente aguda, por su ascendencia sajona– y, por supuesto, la mariposa –inundada de la belleza propia de su esencia.
¿En qué persona leíste? ¿En primera, segunda, tercera? ¿Quién eres tú? ¿Me preguntas o te pregunto? ¡Oh, no, don W se ha ido! ¡Y también la mariposa! ¡También la belleza! Todo por esa maldita M que siempre nos obliga a discutir en este mundo de mariposas, mujeres y… ¡Madre mía!, mejor lo dejo solo con sus dudas, señor escritor. Voy tras don W. Adiós.
Epílogo
Pobre, el tío W. Ha perdido la razón por entender a la maldita M. Se pone de cabeza para entenderla. Qué loco el tío W, el más wild de la familia. Siendo el más joven, es el último en llegar, ¡qué paradoja!