El loco Ll

La vida vista como una sucesión de logros se trata simplemente de una competencia de terquedades, donde la fortaleza del carácter se mide por la distancia final entre el capricho y la realidad, donde la importancia personal radica en la cantidad de voluntades ajustadas para facilitar la situación deseada.

Así, planteada como raíz de cualquier alcance logrado o imaginado, la terquedad es el cincel con el que se moldea cualquier obra humana. Arte, negocio, política, religión, en fin, no importa el ámbito, los conspicuos sujetos de elevadas alturas son todos, sin excepción, solo singulares por su obstinación. Tozudos en lograr sus antojos, entre más sofisticados, más singulares son todos los hombres y mujeres ejemplares. Solo eso han sido y son las personalidades de cualquier medio: testarudos hasta la saciedad para abastecer de alimento a lo único que no deja de crecer cuando se es necio: el ego.

El loco LL entendía claramente el valor de la contumacia en el éxito personal. Dotado de mucho talento para ser pertinaz y convertirse en personaje, se enamoró de otros senderos del ego. Pensó que los seres humanos más importantes para la evolución del género hacia una realidad diferente, donde la porfía no fuese lo valioso, eran aquellos que, dotados de talento, no tenían la testarudez suficiente para triunfar.

El loco LL se dedicó toda su vida a alentar a los que no tenían éxito, pese a sus evidentes habilidades para tenerlo, solo porque carecían de terquedad, de disciplina, de rigor en sus deseos. La imagen exacta de su papel en la vida le llegó en un sueño.

Un vestíbulo circular muy amplio, lleno de puertas. En el centro la desembocadura de un túnel por donde llegaban los talentosos poco tenaces. Él hablaba con ellos, los dotaba de tozudez, abría la puerta indicada y hacía pasar a cada uno por la ruta que le era evidente para el éxito en todos los aspectos. No era guía, no lo seguía nadie ni recorría ningún sendero, solo ubicaba, aumentaba la seguridad –la obcecación– de otro para seguir su camino.

Después de quince años de amorosa y casi anónima labor, los resultados eran evidentes. Aunque parte del proceso era que los encaminados olvidaran la importancia del loco LL en su desarrollo. No eran pocas ni discretas las pasiones que generaba el andar por la calle del loco LL.

Después de situar a la maldita M ante el destino donde alcanzó el sublime nivel de santa, el loco LL quedó exhausto. Su voluntad se inundó de intransigencia pese a su lucha para evitarlo.

Exasperado, optó por la muerte antes que la derrota. A su vestíbulo con miles de puertas solo aceptó la entrada de quienes eran artistas de la muerte y no lo sabían; trató de convencerlos de ser él su primera obra de arte pero falló en todos sus intentos.

Decidido a suicidarse, se quedó dormido. A la mañana siguiente, se levantó muy alegre. Se vistió canturreando y comprendió que la terquedad suprema era negar la terquedad, evidente sustancia de la energía necesaria para estar vivo. Ese día fundó la iglesia de la Llave, y se impuso como profeta y máxima autoridad. Nadie duda que el mundo se cimbró transcurridas tres horas de su decisión y luego de que realizó algunas llamadas telefónicas y envió algunos correos. Tocaron con fuerza su puerta, feliz se levantó para abrirla. Un verdadero ejército de muy diferentes divisas lo acribilló con todo tipo de proyectiles. La violencia fue tal que absolutamente ningún trozo de su cuerpo quedó como constancia de su terca vida.