Desde minúsculo, h se sabía modelo. La mejor ropa de la temporada le venía siempre bien, él era el parámetro de la moda. Cuando descubrió su mudez, encontró la obscuridad de un desván de maniquíes excelsos pero pasados de moda. Cuando el último número del modelo h (esa serie de prestigiados maniquíes tan exitosos durante casi medio siglo) se arrumbó en un cuarto atestado de figurines, el modelo h de nuestra historia volvió a enmudecer, es condición de los hes maduros ser doblemente mudos. Alcanzado ese punto de desarrollo, se transmutan femeninos y se convierten en las polémicas hes mudas. Que estas últimas son mariposas o colibríes es afirmación que se les discute a los hartistas. En la polémica hay algunos que incluso cuentan una muy distinta historia que es menester desglosar a continuación.
Existe un ave conocida como modelo h, de naturaleza tan peligrosa que ninguna presa le es inalcanzable, siempre aves, siempre devoradas, sin importar tamaño, plumaje o región. Su método es tan perverso como simple.
Con paciencia aprende el tono del silbar de sus víctimas; una vez dominado, transmuta –rarísima pero muy poderosa habilidad- su plumaje en uno idéntico al de sus presas; cambia pico y patas, y, finalmente, se convierte en el más bello, por su canto y figura, ejemplar macho (pese a que solo se conoce la existencia de modelos h hembras) de la especie víctima. Tan luego logra lo anterior, durante días devora despacio a todos los ejemplares de la especie en el lugar que le ocupa, hasta acabar con el último (generalmente el espécimen menos agraciado). Al parecer, la belleza extrema alcanzada por el modelo h subyuga a tal grado a la especie víctima, que las aves consideran un placer morir en sus garras.
Hen los ya hancestrales coloquios de los hartistas se han registrado muchas discusiones. La más havanzada, sin duda, hes la que pretende hequivalentes las historias de los maniquíes, las haves y los modelos de pasarela de modas. Vaya hal lector la prolífera helucubración.